martes, 12 de abril de 2011

Nota del maestro Jalif en La Jornada de Mexico 10-04-2011


Ningún totalitarismo ha estado exento de masivos accidentes nucleares, sean estatales, sean neoliberales, cuando los errores humanos de juicio y operación han contribuido determinantemente en su detonación.
Tampoco cierto tipo de humanos requiere de accidentes para lanzar sus bombas radiactivas a las poblaciones civiles, como fue el caso de Hiroshima y Nagasaki devastadas por Estados Unidos.
Según el libro La decisión de usar la bomba atómica y la arquitectura de un mito estadunidense (Knopf, 1995), de Gar Alperovitz, basado en documentos desclasificados, Estados Unidos lanzó sus dos bombas radiactivas para prevenir una invasión de la URSS a Japón, sin haber importado el daño colateral. ¡La demencia total!
El primer accidente en la isla de Tres Millas (Estados Unidos) en 1979 fue de corte neoliberal y su propiedad pertenecía a la antecesora bursátil de First Energy Co.
La planta de Chernobil, manejada por la URSS, es la única en haber alcanzado el nivel 7 en la Escala Internacional de Eventos Nucleares (INES, por sus siglas en inglés) de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), hoy fatídicamente dirigida por el japonés Yukiya Amano (tan duro con el proyecto civil atómico iraní y cuán dócil con la planta bélica clandestina israelí de Dimona).
Chernobil devastó la economía soviética y fue uno de los detonantes de su disolución tres años más tarde.
La empresa privada TEPCO –primera entre 10 de Japón y cuarta del mundo (detrás de las germanas E.ON y RWE, y Electricité de France)– es a la industria eléctrica lo que la anglosajona BP es al mundo petrolero: sus depredaciones y mendacidades no son accidentales, sino adictivos.
Hace nueve años la contaminadora nuclear TEPCO había ocultado y falsificado anomalías en sus plantas, lo que llevó al cierre de 17 reactores.
Stephanie Cooke documenta en su libro, que resultó premonitorio –En manos mortales: una historia preventiva de la era nuclear (Bloomsbury, 2009)–, que TEPCO confesó más de 200 (¡súper sic!) incidentes durante dos décadas entre 1977 y 2002 de haber sometido falsos datos técnicos a las autoridades.
En un caso sensiblemente tan delicado como el nuclear, donde se encuentran en riesgo la salud y la integridad sico-física de los ciudadanos, no se puede confiar en los datos de trasnacionales volcadas en maximizar el lucro, ni mucho menos, en los avales y vales de gobiernos coludidos.
Con la venia de las hilarantes reguladoras seudoestatales –que vigilan más la continuidad de las ganancias de las depredadoras empresas privadas que la seguridad y salud de los ciudadanos, a quienes falsamente pretenden proteger–, TEPCO ocultó numerosos incidentes nucleares, entre ellos uno muy crítico en 1978.
El terremoto de 2008 ya había orillado a que TEPCO cerrara la planta nuclear de Kashiwazaki-Kariwa.
Wikileaks ha filtrado que las obsoletas plantas niponas (de segunda generación, cuando nos encontramos en la cuarta generación) no están diseñadas para soportar un temblor mayor a los 7 grados Richter. El terremoto, al unísono del tsunami, que dañó los reactores de Fukushima, fue de 9 grados Richter, es decir, sucedió lo que técnicamente tenía que acontecer.
Hechos
Todavía los ciudadanos del mundo no nos reponemos del pánico ambiental propiciado en el Golfo de México por la criminal petrolera privada anglosajona BP (en colusión con Schlumberger/Transocean, Halliburton y tutti quanti) cuando la irresponsablemente criminal TEPCO –que impúdicamente ostenta el logotipo mutante de Mickey Mouse (no es broma), pese a su alta letalidad ambiental nada cómica–, ha arrojado al mar aledaño 11 mil 500 toneladas de agua radiactiva (que sirvió para enfriar los reactores averiados), lo que ha perturbado a China y Corea del Sur y ha obligado a India a cesar su importación de alimentos de Japón, cuya industria pesquera deja alrededor de 18 mil millones de dólares al año (insignificante en su economía).
Está bien que no sean responsables de la conducta de los pérfidos vientos en su propagación radiactiva de isótopos nocivos para la salud, ni de su decantación aleatoria en los suelos, ¿pero cómo permitió el gobierno de Japón que TEPCO contamine unilateral y deliberadamente el océano, que no es su propiedad? ¿Goza TEPCO de licencia neoliberal para asesinar?
El periodista israelí Victor Kotsev es sumamente feroz, aunque un tanto exagerado (Asia Times, 7/4/11), y cita a Yukio Edano, secretario del jefe del gabinete nipón, quien admitió que el derrame incontrolado (sic) de contaminación radiactiva tendrá un inmenso (sic) impacto en el océano.
Las olas de los mares son tan pérfidas como la dirección de los vientos y se teme que el isótopo cesio 137, con una vida media de 30 años, se incorpore a la cadena alimentaria local y regional. ¿Quién deseará degustar sushi radiactivo?
Quizá sea excesivo cesar la compra de aparatos electrónicos y automóviles japoneses, pero tales son las reacciones de los consumidores presas del pánico radiactivo.
Mas allá de la construcción de carros eléctricos, es hediondamente sicalíptica la confabulación de TEPCO con el Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI, por sus siglas en inglés), que supuestamente regula los 59 reactores nucleares de Japón.
Toru Ishida, anterior funcionario de energía de METI, es ahora prominente asesor de TEPCO (The Economist, 31/3/11). ¿No es acaso la tónica imperante en el “México neoliberal itamita”?
Con tantas mentiras radiactivas de TEPCO, ¿quién garantiza a los ciudadanos del norte asiático que los reactores de Fukushima no se encuentren ya en el nivel 7 de percance nuclear?
El peor escenario: el destino del plutonio 239 (¡con una vida media de 24 mil 200 años!), proveniente de la fisión del uranio y principal componente de las bombas atómicas.
Un millonésimo de gramo de plutonio, el químico más tóxico conocido hasta ahora, puede provocar cáncer. Peor aún: vivir con este temor basta para un duradero trauma sicológico.
En forma cobarde, Masataka Shimizu, director malhadado y maligno de TEPCO, se fue a esconder a un hospital con sus datos falsos.
TEPCO ha perdido casi 85 por ciento de su capitalización de mercado desde el inicio de la crisis (The Financial Times, 6/4/11) y ha sido amenazada por un miembro del gobierno, Koichiro Gemba, con ser nacionalizada.
Reporteros de Der Spiegel (14/3/11) aducen que el hecho que un desastre nuclear pueda (sic) ocurrir en la tierra de robots y carros eléctricos marca el punto de inflexión en la historia de la tecnología; concluyen que sea probable que Fukushima simbolice el fin del sueño de una energía nuclear manejable y la concientización de que esta forma de energía se encuentra fuera de control.
Y eso que aún no está resuelto el grave problema de los desechos nucleares…
Conclusión
Sin contar las indelebles cicatrices radiactivas de Hiroshima y Nagasaki, el último país de la Vía Láctea que deba y pueda poseer plantas nucleares es Japón, debido a sus condiciones adversamente inhóspitas en un ambiente de terremotos, tsunamis y tifones y, más que nada, a su entorno neoliberal salvaje que coloca el lucro por encima de la inalienable seguridad sico-fisiológica de los ciudadanos y la intransferible seguridad ecológica de todos los seres vivientes de la creación.

miércoles, 6 de abril de 2011

Perdón Pablo

Esta nota contiene la declaración de Pablo Díaz, (la tome de Pagina12), una persona que dejo de ser niño a la edad de 16 años, la edad de los primeros amores y de las utopías, a esa temprana edad el Ejercito Argentino y una sociedad cómplice decidieron que debía sufrir el peor de los martirios, dejarlo vivo, (aparte de torturarlo y ver como violaban y torturaban a sus compañeras).
Seguro que los 35 años que lleva como sobreviviente del horror de la dictadura cívico militar, que asolo la Argentina, no le alcanzan para poderse explicar el porque de tanto martirio.
Hoy todavía hay personas que justifican la matanza, las torturas, las violaciones, los robos de bebe, los robos de propiedades, etc., etc., (Mariano Grondona, Chiche Gelblung, Pepe Eliaschev, Marcelo Longobardi, Joaquín Morales Sola, Carlos Pagni, Daniel Hadad, Eduardo Feinmann, etc., Etc.), y otros que miran para otro lado.
El presidente Kirchner te pidió perdón en nombre del estado yo te pido perdón como ciudadano.
La nota
Acababan de preguntarle si para los guardias la situación de las embarazadas podía pasar inadvertida. Pablo Díaz dijo que no. Que a tal punto no pasaban inadvertidas que a ellos, que eran los más chicos, los secundarios de 15 o 16 años, les dieron el trabajo de cuidarlas. “Y una vez, (el médico represor Jorge) Bergés entró diciéndoles a los guardias que respondan a nuestros llamados, que las embarazadas en el centro clandestino eran como las ‘joyas de la abuela’.”
Pablo Díaz llevaba tiempo en el Pozo de Banfield, en una celda a la que por sus dimensiones no se atreve ni siquiera ahora a nombrarla así. Permanecía tirado en el piso. Había sido secuestrado en la madrugada del 21 de septiembre de 1976, a pocos días de otros estudiantes secundarios de La Plata, lo que después se recordó como La Noche de los Lápices. Pasó por el pozo de Arana y después por ese espacio que reconoció años más tarde, en Banfield, donde no le hicieron más interrogatorios porque los que estaban ahí sólo esperaban el turno para morir. Ayer volvió a contar su historia ante el Tribunal Oral Federal 6, esta vez a la luz del juicio por el plan sistemático de robo de bebés. En los Tribunales de Retiro habló de tres embarazadas de las que supo o con las que tuvo contacto, entre ellas Gabriela Carriquiriborde, a quien pusieron en su celda a comienzos de diciembre de 1976 hasta que llegó el momento del parto.
“Cuando cerraron la puerta lo primero que vi fue esa figura muy chiquita, casi de mi edad, de 21 o 22 años, con vendas y sogas que le colgaban –dijo Pablo. Me habían dado los trapos para que la limpie. Le salía líquido de la vagina. Ella se limpiaba y me daba los trapos. Y cuando venían los guardias, les pedía que me los cambien para seguir limpiándola.”
Estaban en el último piso del centro clandestino. Hasta entonces, Pablo había permanecido todo el tiempo atado, las manos en la espalda, la venda que al comienzo era un pulóver a esa altura eran algodones apretados con una cinta elástica. Comía una vez cada tanto. En 90 días se bañó dos veces. Hacía mucho calor, estaban desnudos, los guardias les robaban las ropas.
El miedo le impidió hablar en voz alta durante los primeros quince días de su estadía en el centro. Cuando lo hizo, preguntó en voz alta por los que estaban ahí. Empezó a darse cuenta de que estaban muchos militantes de la UES, entre ellos Claudia Falcone, ubicada en la celda de atrás, del otro lado de la pared.
Cuando Gabriela entró a su celda supo que en algún lugar estaba su marido: “Estoy con mi esposo, llamalo por favor”, me dice.
–¡¡Jorge!! ¡¡Jorge!!”
Dijo Pablo, y alguien contestó.
–¡Yo estoy con Gabriela, tu esposa! ¡Y voy a cuidarla!
Pablo nunca vio a Jorge, aunque varias veces hablaron a la distancia.
Tenía que limpiar a Gabriela y darle de comer. Bergés le había dicho que golpeara las puertas cuando empezaran las contracciones. Que llamara inmediatamente a los guardias. Como Pablo no sabía qué eran las contracciones, preguntó a la cadena de voces: “¿Cuándo empiezan? ¿Cómo nos damos cuenta?” “De pronto empecé a golpear la celda porque Gabriela decía: ‘¡Ahí viene mi hijo! ¡Viene mi hijo!’. Yo me asusté. Todos nos desatamos, y empezamos a golpear las puertas porque le venía el hijo, porque lo quería tener”.
La guardia también gritó. “Yo estaba sin la venda, entraron, me tiran contra la pared, yo ya no caminaba; estaba casi arrastrándome, me tiraron y me dijeron: ‘Vos vendate’.” En ese momento, sacaron a Gabriela arrastrándola en algo con ruido a chapa. Alguno gritaba: ¡Llamen al doctor! ¡Llamen a la Jefatura! ¡Llévenla a la sala de parto! “Yo le seguía gritando a Gabriela que se calme, y en un momento, cuando la iban a bajar se cae de la chapa y hace ruido, la guardia se pone como loca: ¡Nos van a matar a todos si le pasa algo!”
La fiscalía y las querellas buscaron que Pablo diera cuenta de la sistematicidad de esas prácticas. Ahí encontró sentido la frase sobre “las joyas de la abuela”. O las medidas de precaución que los guardias tomaban con las embarazadas. O un testimonio de Bergés en el que les dice a los guardias que si quieren divertirse usen a las chicas, pero que no toquen a las embarazadas. O los datos sobre el área de partos que funcionaba en el lugar. La defensa intentó argumentar que Bergés era quien tomaba las decisiones sobre esas mujeres y sus cuerpos.
Cuando el ruido pasó, terminó el relato Pablo, de pronto se hizo un silencio: “Todos nos quedamos como llorando, y al rato escucho el llanto de un bebé”. Cuando volvieron los guardias, les preguntaron qué había pasado. “Nos dijeron que nos quedáramos tranquilos: ‘La vamos a llevar a una granja. ¡No saben lo que es la granja! ¡Está bárbara! ¡Ahí tienen de todo, es lo mejor que les podía pasar!’ Así que brindamos –dijo Pablo, nos pusimos contentos: y nunca más volvimos a saber de ellos”.
Durante el tiempo que estuvo con Gabriela, Pablo supo poco de su vida. “No hablábamos de eso –dijo–, ella me decía: ‘Pablo, vas a ser el padrino’”. Jugaban. Gabriela le agarraba la mano y la ponía en la panza. “Decile a Jorge que lo escuchás”, le pedía. Y entonces Pablo volvía al juego de las voces:
–¡Jorge, lo escucho!
–¡Está latiendo!
–-¡Se está moviendo!
Y Jorge respondía: Cuidala, decía. Limpiala.
Después del parto, dejó de escuchar a Gabriela, al niño, pero también dejó de escuchar a Jorge. “De repente no tengo más registro, ni su voz ni su presencia.”
Seis días después, una embarazada llegaba a la celda de otra prisionera. Era Stella Maris Montesano de Ogando, que en esos días dio a luz a su hijo, pero en su caso volvió al pabellón. Estaba infectada, le habían dicho que se llevaban a su hijo a un lugar para que pudiera estar mejor, y le dejaron el cordón umbilical. “¡No puede ser!”, le decía Pablo a Claudia pared de por medio. Stella Maris tenía una infección que ni siquiera estaba revisando el médico represor. Dos días antes de Navidad, entró una nueva parturienta. En este caso la llevaron a la celda de Claudia Falcone. Era Cristina Navajas de Santucho, Pablo Díaz la vio de filón el día en el que dejó el centro clandestino, el 26 de diciembre de 1976, cuando les pidió a los guardias despedirse de Claudia Falcone.
“Me ponen enfrente de Claudia, cuando cierran la puerta me levanto el pulóver y la veo desnuda, atada y ahí es cuando me dice que nunca iba a poder ser mujer porque la habían violado... teniendo 16 años.”
Pablo pasó dos meses más como desaparecido antes del blanqueo en la Unidad 9 de La Plata. Tiempo después entendió qué significaba la palabra desaparecido, cuando envió a una de sus hermanas a la casa de los Falcone, intentando avisarle a Claudia que él no estaba libre sino que seguía detenido.

Para leer y refleccionar con los hijos


Acababan de preguntarle Acababan de preguntarle si para los guardias la situación de las embarazadas podía pasar inadvertida. Pablo Díaz dijo que no. Que a tal punto no pasaban inadvertidas que a ellos, que eran los más chicos, los secundarios de 15 o 16 años, les dieron el trabajo de cuidarlas. “Y una vez, (el médico represor Jorge) Bergés entró diciéndoles a los guardias que respondan a nuestros llamados, que las embarazadas en el centro clandestino eran como las ‘joyas de la abuela’.”
Pablo Díaz llevaba tiempo en el Pozo de Banfield, en una celda a la que por sus dimensiones no se atreve ni siquiera ahora a nombrarla así. Permanecía tirado en el piso. Había sido secuestrado en la madrugada del 21 de septiembre de 1976, a pocos días de otros estudiantes secundarios de La Plata, lo que después se recordó como La Noche de los Lápices. Pasó por el pozo de Arana y después por ese espacio que reconoció años más tarde, en Banfield, donde no le hicieron más interrogatorios porque los que estaban ahí sólo esperaban el turno para morir. Ayer volvió a contar su historia ante el Tribunal Oral Federal 6, esta vez a la luz del juicio por el plan sistemático de robo de bebés. En los Tribunales de Retiro habló de tres embarazadas de las que supo o con las que tuvo contacto, entre ellas Gabriela Carriquiriborde, a quien pusieron en su celda a comienzos de diciembre de 1976 hasta que llegó el momento del parto.
“Cuando cerraron la puerta lo primero que vi fue esa figura muy chiquita, casi de mi edad, de 21 o 22 años, con vendas y sogas que le colgaban –dijo Pablo–. Me habían dado los trapos para que la limpie. Le salía líquido de la vagina. Ella se limpiaba y me daba los trapos. Y cuando venían los guardias, les pedía que me los cambien para seguir limpiándola.”
Estaban en el último piso del centro clandestino. Hasta entonces, Pablo había permanecido todo el tiempo atado, las manos en la espalda, la venda que al comienzo era un pulóver a esa altura eran algodones apretados con una cinta elástica. Comía una vez cada tanto. En 90 días se bañó dos veces. Hacía mucho calor, estaban desnudos, los guardias les robaban las ropas.
El miedo le impidió hablar en voz alta durante los primeros quince días de su estadía en el centro. Cuando lo hizo, preguntó en voz alta por los que estaban ahí. Empezó a darse cuenta de que estaban muchos militantes de la UES, entre ellos Claudia Falcone, ubicada en la celda de atrás, del otro lado de la pared.
Cuando Gabriela entró a su celda supo que en algún lugar estaba su marido: “Estoy con mi esposo, llamalo por favor”, me dice.
–¡¡Jorge!! ¡¡Jorge!!”
Dijo Pablo, y alguien contestó.
–¡Yo estoy con Gabriela, tu esposa! ¡Y voy a cuidarla!
Pablo nunca vio a Jorge, aunque varias veces hablaron a la distancia.
Tenía que limpiar a Gabriela y darle de comer. Bergés le había dicho que golpeara las puertas cuando empezaran las contracciones. Que llamara inmediatamente a los guardias. Como Pablo no sabía qué eran las contracciones, preguntó a la cadena de voces: “¿Cuándo empiezan? ¿Cómo nos damos cuenta?” “De pronto empecé a golpear la celda porque Gabriela decía: ‘¡Ahí viene mi hijo! ¡Viene mi hijo!’. Yo me asusté. Todos nos desatamos, y empezamos a golpear las puertas porque le venía el hijo, porque lo quería tener”.
La guardia también gritó. “Yo estaba sin la venda, entraron, me tiran contra la pared, yo ya no caminaba; estaba casi arrastrándome, me tiraron y me dijeron: ‘Vos vendate’.” En ese momento, sacaron a Gabriela arrastrándola en algo con ruido a chapa. Alguno gritaba: ¡Llamen al doctor! ¡Llamen a la Jefatura! ¡Llévenla a la sala de parto! “Yo le seguía gritando a Gabriela que se calme, y en un momento, cuando la iban a bajar se cae de la chapa y hace ruido, la guardia se pone como loca: ¡Nos van a matar a todos si le pasa algo!”
La fiscalía y las querellas buscaron que Pablo diera cuenta de la sistematicidad de esas prácticas. Ahí encontró sentido la frase sobre “las joyas de la abuela”. O las medidas de precaución que los guardias tomaban con las embarazadas. O un testimonio de Bergés en el que les dice a los guardias que si quieren divertirse usen a las chicas, pero que no toquen a las embarazadas. O los datos sobre el área de partos que funcionaba en el lugar. La defensa intentó argumentar que Bergés era quien tomaba las decisiones sobre esas mujeres y sus cuerpos.
Cuando el ruido pasó, terminó el relato Pablo, de pronto se hizo un silencio: “Todos nos quedamos como llorando, y al rato escucho el llanto de un bebé”. Cuando volvieron los guardias, les preguntaron qué había pasado. “Nos dijeron que nos quedáramos tranquilos: ‘La vamos a llevar a una granja. ¡No saben lo que es la granja! ¡Está bárbara! ¡Ahí tienen de todo, es lo mejor que les podía pasar!’ Así que brindamos –dijo Pablo–, nos pusimos contentos: y nunca más volvimos a saber de ellos”.
Durante el tiempo que estuvo con Gabriela, Pablo supo poco de su vida. “No hablábamos de eso –dijo–, ella me decía: ‘Pablo, vas a ser el padrino’”. Jugaban. Gabriela le agarraba la mano y la ponía en la panza. “Decile a Jorge que lo escuchás”, le pedía. Y entonces Pablo volvía al juego de las voces:
–¡Jorge, lo escucho!
–¡Está latiendo!
–-¡Se está moviendo!
Y Jorge respondía: Cuidala, decía. Limpiala.
Después del parto, dejó de escuchar a Gabriela, al niño, pero también dejó de escuchar a Jorge. “De repente no tengo más registro, ni su voz ni su presencia.”
Seis días después, una embarazada llegaba a la celda de otra prisionera. Era Stella Maris Montesano de Ogando, que en esos días dio a luz a su hijo, pero en su caso volvió al pabellón. Estaba infectada, le habían dicho que se llevaban a su hijo a un lugar para que pudiera estar mejor, y le dejaron el cordón umbilical. “¡No puede ser!”, le decía Pablo a Claudia pared de por medio. Stella Maris tenía una infección que ni siquiera estaba revisando el médico represor. Dos días antes de Navidad, entró una nueva parturienta. En este caso la llevaron a la celda de Claudia Falcone. Era Cristina Navajas de Santucho, Pablo Díaz la vio de filón el día en el que dejó el centro clandestino, el 26 de diciembre de 1976, cuando les pidió a los guardias despedirse de Claudia Falcone.
“Me ponen enfrente de Claudia, cuando cierran la puerta me levanto el pulóver y la veo desnuda, atada y ahí es cuando me dice que nunca iba a poder ser mujer porque la habían violado... teniendo 16 años.”
Pablo pasó dos meses más como desaparecido antes del blanqueo en la Unidad 9 de La Plata. Tiempo después entendió qué significaba la palabra desaparecido, cuando envió a una de sus hermanas a la casa de los Falcone, intentando avisarle a Claudia que él no estaba libre sino que seguía detenido.

lunes, 4 de abril de 2011

Nota del maestro Jalif en La Jornada de Mexico 03-04-2011

Se encuentra más vigente que nunca nuestra apreciación (Bajo la Lupa, 20/3/11) sobre la batalla por el petróleo de Libia y la esquizofrenia occidental, así como el riesgo de su balcanización y la emergencia jihadista del emirato islámico de Bengasi (Bajo la Lupa, 23/2/11) y que ahora admite hasta Wall Street Journal (2/4/11). La historia trágica del coronel Kadafi tiene mucho parecido con la de Saddam Hussein en Irak. La imaginación de las potencias neocoloniales hoy en declive no comporta mucha variación.
Saddam fue usado en su guerra pírrica contra Irán, para luego ser torturado a fuego lento con zonas aéreas de exclusión edulcoradas con su satanización multimediática y, finalmente, ser oprobiosamente ahorcado.
Hasta Alan Greenspan, malhadado y malvado gobernador de la Reserva Federal –brujo aprendiz de la peor crisis multidimensional de la historia– confesó que el motivo de la guerra de Irak fue el petróleo.
Hoy el coronel Kadafi ha sido colocado en las gemonías por el hipócrita Occidente(menos Alemania). En dado caso de que el coronel Kadafi sea axiológicamente indefendible, lo es infinitamente mucho más la triada extraña de Sarkozy-Obama-Cameron (en ese orden misilístico de sus bombardeos intervencionistas para favorecer a una tribu contra otra), al haber aceptado los depósitos de la gran riqueza libia en sus bancos de Wall Street y Londres (que luego confiscó olímpicamente; como sucedió con los depósitos del sha de Irán hace 32 años, que aún no devuelve EU) y al haberle procurado gran parte de su arsenal.
Previa ingesta de un antiemético, recomiendo consultar el inigualable álbum de fotos de Réseau Voltaire (Un festival de hipocresía”; www.voltairenet.org/article169090.html) del coronel Kadafi con sus aliados de ayer y verdugos de hoy: Sarkozy, Blair, Brown, Obama, Berlusconi, rey Juan Carlos, Barroso, etcétera.
¿Qué habrá sucedido tras bambalinas para que el coronel, tardíamente converso a las supuestas bondades tanto del neoliberalismo financiero como del modelo blairiano cuan demencial de la tercera vía de Anthony Giddens (el gran gurú de la London School of Economics), haya sido colocado en las gemonías de Occidente (sin Alemania)?
Se recuerda que el hijo reformista del coronel Kadafi, Saif Al Islam (filántropo de la London School of Economics, por lo que fue eyectado su director en forma humillante), privatizó el total de 16 bancos libios (Nota: al estilo neoliberal itamita mexicano). ¡Más se entregan y peor les va!), entre ellos, seis concedidos a la banca de sus hoy ingratos verdugos, lo cual provocó un despido masivo de casi 400 mil empleados bancarios (una parte nada desdeñable de los contestatarios) en un país de 6.5 millones de habitantes (ver El Neoliberalismo provocó la revuelta árabe; Radar Geopolítico, de Contralínea, 20/3/11).
Sátrapas van y vienen en el mundo árabe, pero el petróleo y el agua permanecen como la única constante de la política neocolonial del siglo XXI por potencias hoy en franca decadencia que huyen hacia delante.
Hoy el telón del proscenio teatral de Occidente (sin Alemania) se finca en la superchería de la protección humanitaria a los civiles, que estimula un flagrante intervencionismo neocolonial.
De vez en cuando falla el tino de los misiles Tomahawk, y como daño colateral y fuego amigo asesinan a más de una docena de rebeldes libios, a quienes alegan rescatar de la muerte segura a manos del coronel Kadafi: las tribus jihadistas prodemocracia aliadas de Al Qaeda en Bengasi, que son usadas como vulgar carne de cañón para los propósitos aviesos de Occidente(sin Alemania).
Cuando se recorre el telón teatral aparece todo el drama verdadero detrás de la guerra contra Libia: el control del mayor acuífero del planeta y la captura de sus hidrocarburos, cuyo 80 por ciento se encuentra en la región de Bengasi dominada por los aliados jihadistas de Al Qaeda de Francia, EU y Gran Bretaña (Ver La coalición occidental se apodera de 80 por ciento del petróleo de Libia; Radar Geopolítico, de Contralínea, 3/4/11).
No importa que la mayoría de los rebeldes prodemocracia de Bengasi hayan resultado miembros de Al Qaeda según un estudio del 2007: Harmony Project, del Centro de Combate al Terrorismo de la Academia Militar estadunidense de West Point. A estas alturas de hambruna y sed globales, específica y exquisitamente mediorientales, ¿a alguien en Occidente (menos Alemania) le importa la congruencia? Recorramos sucintamente su telón teatral.
Según Stratfor, centro de pensamiento texano-israelí, GB libra la guerra contra Libia para reposicionar a su petrolera BP (que salió despellejada después de su depredación ambiental en el Golfo de México). BP ya no desea obtener sólo el 15 por ciento minoritario en su acuerdo petrolero con Kadafi (Business Week, 31/5/07), sino va por el control mayoritario, lo que hace que el coronel se vuelva desechable. Nada nuevo sobre la legendaria codicia petrolera anglosajona.
En el siglo XXI, la ruta trágica de los hombres perversos (filósofo galo René Girard dixit), los hidrocarburos y el agua se entrecruzan con peculiaridad notable en Medio Oriente.
Lo novedoso de la guerra contra Libia no es la captura de sus hidrocaburos, un truismo ya muy aburrido, sino el control del mayor acuífero del planeta –del orden de 2 millones de kilómetros cuadrados, equivalente a todo un México acuático–, que abarca la parte oriental de Libia (léase: Cirenaica y su capital Bengasi), casi todo Egipto y partes considerables de Sudán y Chad, lo cual ha sido expuesto por la AIEA como Sistema Acuífero Nubio de Arenisca (NSAS, por sus siglas en inglés).
Los alemanes Martina Müller, Claudia Dengler y Felix Leicht, investigadores de la Universidad de Stuttgart (www.warem.unistuttgart.de/.../NubianSandstoneAquiferSystem.pdf) exponen la geografía del NSAS, el mayor acuífero del mundo(¡150 mil kilómetros cúbicos de agua fósil¡) que comparten las transfronteras de cuatro países: casi todo Egipto (80 por ciento), con una extensión de 826 mil kilómetros cuadrados; el sudoriente de Libia (la Cirenaica, capital Bengasi) 760 mil kilómetros cuadrados; el noroccidente de Sudán ya balcanizado (básicamente Darfur, a punto también de ser balcanizado) 376 mil kilómetros cuadrados, y el nororiente de Chad, 235 mil kilómetros cuadrados.
Probablemente, el pecado capital del coronel Kadafi consista en haberse atrevido a desarrollar, a su cuenta y riesgo, el mirífico proyecto de título megalomaniaco Río Grandioso (sic) Hecho por el Hombre (GMRP, por sus siglas en inglés), a un costo de 20 mil millones de dólares (datos de la Sociedad Estadunidense de Ingenieros Civiles): un acueducto de 4 mil kilómetros de largo que extrae parte de las aguas del NSAS y que la publicidad de la oclocracia kadafista catalogó como la octava maravilla del mundo.
El GMMR del coronel Kadafi empezó a sustraer sustanciales cantidades de agua del acuífero NSAS: 2.37 kilómetros cúbicos al año para abastecer el oasis Al-Khufrah (en el sur-oriente de Cirenaica).
A nuestro juicio, lo más grave radica en los costos competitivos por metro cúbico del fenomenal proyecto acuífero de Kadafi: 0.35 dólares frente al agua desalinisada, que es mayor a 3 dólares, de la tecnología franco-anglosajona: casi 10 veces menos. ¡Maten a Kadafi, se pasó de raya!

Nota del maestro Jalif en La Jornada de Mexico 03-04-2011

Se encuentra más vigente que nunca nuestra apreciación (Bajo la Lupa, 20/3/11) sobre la batalla por el petróleo de Libia y la esquizofrenia occidental, así como el riesgo de su balcanización y la emergencia jihadista del emirato islámico de Bengasi (Bajo la Lupa, 23/2/11) y que ahora admite hasta Wall Street Journal (2/4/11). La historia trágica del coronel Kadafi tiene mucho parecido con la de Saddam Hussein en Irak. La imaginación de las potencias neocoloniales hoy en declive no comporta mucha variación.
Saddam fue usado en su guerra pírrica contra Irán, para luego ser torturado a fuego lento con zonas aéreas de exclusión edulcoradas con su satanización multimediática y, finalmente, ser oprobiosamente ahorcado.
Hasta Alan Greenspan, malhadado y malvado gobernador de la Reserva Federal –brujo aprendiz de la peor crisis multidimensional de la historia– confesó que el motivo de la guerra de Irak fue el petróleo.
Hoy el coronel Kadafi ha sido colocado en las gemonías por el hipócrita Occidente(menos Alemania). En dado caso de que el coronel Kadafi sea axiológicamente indefendible, lo es infinitamente mucho más la triada extraña de Sarkozy-Obama-Cameron (en ese orden misilístico de sus bombardeos intervencionistas para favorecer a una tribu contra otra), al haber aceptado los depósitos de la gran riqueza libia en sus bancos de Wall Street y Londres (que luego confiscó olímpicamente; como sucedió con los depósitos del sha de Irán hace 32 años, que aún no devuelve EU) y al haberle procurado gran parte de su arsenal.
Previa ingesta de un antiemético, recomiendo consultar el inigualable álbum de fotos de Réseau Voltaire (Un festival de hipocresía”; www.voltairenet.org/article169090.html) del coronel Kadafi con sus aliados de ayer y verdugos de hoy: Sarkozy, Blair, Brown, Obama, Berlusconi, rey Juan Carlos, Barroso, etcétera.
¿Qué habrá sucedido tras bambalinas para que el coronel, tardíamente converso a las supuestas bondades tanto del neoliberalismo financiero como del modelo blairiano cuan demencial de la tercera vía de Anthony Giddens (el gran gurú de la London School of Economics), haya sido colocado en las gemonías de Occidente (sin Alemania)?
Se recuerda que el hijo reformista del coronel Kadafi, Saif Al Islam (filántropo de la London School of Economics, por lo que fue eyectado su director en forma humillante), privatizó el total de 16 bancos libios (Nota: al estilo neoliberal itamita mexicano). ¡Más se entregan y peor les va!), entre ellos, seis concedidos a la banca de sus hoy ingratos verdugos, lo cual provocó un despido masivo de casi 400 mil empleados bancarios (una parte nada desdeñable de los contestatarios) en un país de 6.5 millones de habitantes (ver El Neoliberalismo provocó la revuelta árabe; Radar Geopolítico, de Contralínea, 20/3/11).
Sátrapas van y vienen en el mundo árabe, pero el petróleo y el agua permanecen como la única constante de la política neocolonial del siglo XXI por potencias hoy en franca decadencia que huyen hacia delante.
Hoy el telón del proscenio teatral de Occidente (sin Alemania) se finca en la superchería de la protección humanitaria a los civiles, que estimula un flagrante intervencionismo neocolonial.
De vez en cuando falla el tino de los misiles Tomahawk, y como daño colateral y fuego amigo asesinan a más de una docena de rebeldes libios, a quienes alegan rescatar de la muerte segura a manos del coronel Kadafi: las tribus jihadistas prodemocracia aliadas de Al Qaeda en Bengasi, que son usadas como vulgar carne de cañón para los propósitos aviesos de Occidente(sin Alemania).
Cuando se recorre el telón teatral aparece todo el drama verdadero detrás de la guerra contra Libia: el control del mayor acuífero del planeta y la captura de sus hidrocarburos, cuyo 80 por ciento se encuentra en la región de Bengasi dominada por los aliados jihadistas de Al Qaeda de Francia, EU y Gran Bretaña (Ver La coalición occidental se apodera de 80 por ciento del petróleo de Libia; Radar Geopolítico, de Contralínea, 3/4/11).
No importa que la mayoría de los rebeldes prodemocracia de Bengasi hayan resultado miembros de Al Qaeda según un estudio del 2007: Harmony Project, del Centro de Combate al Terrorismo de la Academia Militar estadunidense de West Point. A estas alturas de hambruna y sed globales, específica y exquisitamente mediorientales, ¿a alguien en Occidente (menos Alemania) le importa la congruencia? Recorramos sucintamente su telón teatral.
Según Stratfor, centro de pensamiento texano-israelí, GB libra la guerra contra Libia para reposicionar a su petrolera BP (que salió despellejada después de su depredación ambiental en el Golfo de México). BP ya no desea obtener sólo el 15 por ciento minoritario en su acuerdo petrolero con Kadafi (Business Week, 31/5/07), sino va por el control mayoritario, lo que hace que el coronel se vuelva desechable. Nada nuevo sobre la legendaria codicia petrolera anglosajona.
En el siglo XXI, la ruta trágica de los hombres perversos (filósofo galo René Girard dixit), los hidrocarburos y el agua se entrecruzan con peculiaridad notable en Medio Oriente.
Lo novedoso de la guerra contra Libia no es la captura de sus hidrocaburos, un truismo ya muy aburrido, sino el control del mayor acuífero del planeta –del orden de 2 millones de kilómetros cuadrados, equivalente a todo un México acuático–, que abarca la parte oriental de Libia (léase: Cirenaica y su capital Bengasi), casi todo Egipto y partes considerables de Sudán y Chad, lo cual ha sido expuesto por la AIEA como Sistema Acuífero Nubio de Arenisca (NSAS, por sus siglas en inglés).
Los alemanes Martina Müller, Claudia Dengler y Felix Leicht, investigadores de la Universidad de Stuttgart (www.warem.unistuttgart.de/.../NubianSandstoneAquiferSystem.pdf) exponen la geografía del NSAS, el mayor acuífero del mundo(¡150 mil kilómetros cúbicos de agua fósil¡) que comparten las transfronteras de cuatro países: casi todo Egipto (80 por ciento), con una extensión de 826 mil kilómetros cuadrados; el sudoriente de Libia (la Cirenaica, capital Bengasi) 760 mil kilómetros cuadrados; el noroccidente de Sudán ya balcanizado (básicamente Darfur, a punto también de ser balcanizado) 376 mil kilómetros cuadrados, y el nororiente de Chad, 235 mil kilómetros cuadrados.
Probablemente, el pecado capital del coronel Kadafi consista en haberse atrevido a desarrollar, a su cuenta y riesgo, el mirífico proyecto de título megalomaniaco Río Grandioso (sic) Hecho por el Hombre (GMRP, por sus siglas en inglés), a un costo de 20 mil millones de dólares (datos de la Sociedad Estadunidense de Ingenieros Civiles): un acueducto de 4 mil kilómetros de largo que extrae parte de las aguas del NSAS y que la publicidad de la oclocracia kadafista catalogó como la octava maravilla del mundo.
El GMMR del coronel Kadafi empezó a sustraer sustanciales cantidades de agua del acuífero NSAS: 2.37 kilómetros cúbicos al año para abastecer el oasis Al-Khufrah (en el sur-oriente de Cirenaica).
A nuestro juicio, lo más grave radica en los costos competitivos por metro cúbico del fenomenal proyecto acuífero de Kadafi: 0.35 dólares frente al agua desalinisada, que es mayor a 3 dólares, de la tecnología franco-anglosajona: casi 10 veces menos. ¡Maten a Kadafi, se pasó de raya!