miércoles, 23 de noviembre de 2011

Paro docente

 ¿Mi hija tiene la culpa de que un maestro fue agredido por una madre? ¿Mi hija tiene la culpa de que un gobierno cuasifascista (votado por el 65% de la ciudadanía, entre ellos muchos maestros), quiera derogar el estatuto docente? Los dos hechos son repudiables. Creo que ni mi hija ni los miles de alumnos que hoy son rehenes de pobres gobiernos, y miopes dirigentes gremiales, tienen la culpa. Así como creo, por convicción política y porque los hechos me dan la razón, que la salud, los depósitos bancarios, las empresas de servicios públicos, los puertos, la minería y el petróleo deben ser manejados autárquicamente por el Estado, creo que la educación también debe ser estatal. No tengo problemas económicos ni nunca los tuve, mis hijos mayores concurrieron a escuelas públicas y mi hija menor concurre a escuela pública, por convicción de sus padres, creemos en la igualdad de oportunidades y que el Estado debe ser el regulador de estas. Cuando curse sociología en la UBA, ante los paros de profesores un día y al otro del personal no docente y al otro porque sí, se dio el debate sobre los espacios que no se ocupan, un profesor estaba de acuerdo con el paro y dejar vacía la facultad y el otro de acuerdo con el paro llenando la facultad, convocando a la ciudadanía, debate político y social, por supuesto ganó la postura del vació, muchos de esos que cursaban en la UBA conmigo terminaron en la UADE, El Salvador, la de Palermo, etcétera, etcétera. Hoy flaco favor se le hace a la escuela pública con paros, por favor les pido a los dirigentes que usen el cerebro, no para prebendas y comodidades o para medidas inocuas. Les propongo que si quieren hacer sentir su descontento lo hagan desoyendo el mandato del ministro de turno y el programa digitado por una élite fuera de contexto. Podrían dar clases leyendo a Jauretche y sus “Zonceras Criollas”, a Olmos y su juicio a la deuda externa, a Scalabrini Ortiz y sus escritos sobre el petróleo y los ferrocarriles, a Torres y su década infame, Walsh y su Operación Masacre, a Gesell y su tratado de economía natural, a Cerruti y su libro El Pibe, a Verbitsky y Robo para la corona, Galeano y sus “Venas abiertas”, etcétera, etcétera. Explicarles a los chicos cómo se masacró a una generación leyéndoles el Nunca más y declaraciones de testigos del juicio a las juntas. Escuchar música de Violeta Parra, Amparo Ochoa, Larralde, Serrat, Víctor Jara, etcétera, etcétera, para que sepan que hay algo más que los Wachiturros o los Pibes Chorros. Leer poesía de Machado, Nervo, Lorca, Ibarbourou, Hernádez, Neruda, etcétera, etcétera. Convocar a nosotros, los padres, a jornadas, usar la escuela como centro de debates contra horario. Por favor pongan el cerebro en funcionamiento y las neuronas en movimiento. Una vez escribí “para que Macri destape un Don Perignon en las fiestas muchos chicos debían pasar hambre en la Argentina”, el periodista que leyó la carta dijo que era demasiado. Hoy digo: “Bullrich, Macri, Scioli, De Narváez, y los dueños de la educación privada se restriegan las manos viendo los potenciales clientes que deja el vacío de las aulas del Estado.”

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