martes, 22 de marzo de 2011

Para compartir, nota de Walter Moore

EL NEOLIBERALISMO COMO
AMENAZA NUCLEAR
Por Walter Moore
Buenos Aires, 21 de marzo de 2011
Cuando en la década de 1990 el Estado japonés entregó a las corporaciones el control de las empresas eléctricas que utilizaban centrales nucleares, puso al mundo entero al borde de la apocalipsis que podría producirse si estallara el grupo de plantas ubicadas en la costa norte de su país.
Este escenario ha sido posible porque el liberalismo toma de decisiones para la evaluación de riesgo de sus emprendimientos en función del costo-beneficio. Las decisiones finales no se encuentran en manos de los sectores técnicos sino que las máximas decisiones está en manos de un directorio, este grupo de personas es designado, o aprobado, por “los inversores” que esperan siempre las ganancias máximas por el capital invertido.
Ante estos señores es muy difícil justificar grandes gastos destinados a prevenir un accidente cuya posibilidad de que ocurra es baja. Normalmente instruye a la dirección técnica de las empresas que deber evaluar antes de proceder, cuales son las “ganancias ahora versus el riesgo futuro”, y en el capitalismo sólo se toma en cuenta el futuro para prever las ganancias, y estas rara vez son casuales, aunque las pérdidas pueden serlo.
Es así como normalmente no se asignan fondos para la “prevención de eventos poco probables”, como por ejemplo, un terremoto seguido por un sunami. Ese riesgo no ameritaba, para esos señores, por ejemplo, colocar bajo tierra, y protegidos contra sismos e inundaciones a los generadores de electricidad de las plantas atómicas, un elemento imprescindible para la circulación del agua que refrigera el material nuclear.
Y el “evento poco probable”, ocurrió. El terremoto rompió los edificios y el sunami llevó el agua del mar hasta destruir los generadores de electricidad. La falta de energía paralizó a las bombas, entonces el agua se evaporó y todo el sistema se convirtió en una “muy probable” bomba atómica de enorme potencia y capaz de enviar desechos radiactivos al menos a todo el hemisferio norte del único planeta habitable que conocemos.
Y los que tuvieron que salvar el desastre ocasionado por la codicia de los “inversores”, no fueron estos individuos, que deberían haber sido obligados a poner el cuerpo para arreglar el desastre, sino los esforzados trabajadores, que pusieron en peligro su salud y su vida para volver a hacer funcionar las bombas refrigerantes.
El “Gran Desastre” fue así impedido hasta ahora, pero las centrales quedaron arruinadas, cosa que preocupa poco a los codiciosos inversores, porque eso entra en la rutina de pelearse con los codiciosos directorios de las aseguradoras, que tal vez sean privadas, pero que buscarán desesperadamente los vericuetos legales que les impidan pagar lo que corresponde, pues sus montos son tan grandes que puede llevarlos a la quiebra.
El desastre japonés es un dato más que hace que el futuro de la ideología neoliberal no pueda ser más negro.
La Humanidad entera va comprendiendo como la codicia de unos pocos, pone en riesgo hasta la supervivencia de nuestra especie. Ya no se trata de saquear a pueblos indefensos o explotar a los que trabajan, sino de envenenar masivamente a la población entera de un país.
Y los “ahorros” de las centrales nucleares japonesas no son la única manera en que ponen en riesgo a la humanidad, también nos amenaza la destrucción de los bosques, la contaminación de los mares, los venenos agroquímicos, la especulación inmobiliaria, para mencionar unas pocas políticas destructivas aplicadas nada más que para maximizar las ganancias de los grupos más ricos del planeta.
Estos grupos van de fracaso en fracaso: La implosión financiera, la desenfrenada inmigración de los pueblos saqueados, el incremento de acciones bélicas y sus correspondientes derrotas, si bien no son todas en el campo de batalla, pero si en una desfavorable opinión pública mundial, que finalmente se hará oír dentro de los países invasores, pues el sistema neoliberal va creando un desorden institucional creciente incluso en los países más favorecidos por sus intereses.
Este colapso nuclear es sólo son una de las consecuencias de la concepción cortoplacista del mundo que tienen los “intereses privados” defendidos con un entusiasmo digno de mejores causas por parte de los cipayos locales.
Pocas veces queda más expuestas lo intensamente negativo de  esta doctrina que en el caso de las centrales nucleares japonesas, donde la codicia de unos pocos amenaza al resto de los seres humanos.
Este poder debe ser contenido, y los únicos que pueden hacerlo son los Pueblos y los dirigentes que colaboren con sus intereses.
Nuestro gobierno ha emprendido este camino.

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